CELEBRANDO SELECTIVIDAD Y FIN DE CURSO CON UN BOTELLÓN

fileuploads/noticias/blog4.png 30/05/2019

CELEBRANDO SELECTIVIDAD Y FIN DE CURSO CON UN BOTELLÓN

El Botellón El estilo de vida social actual viene altamente marcado por el consumo de alcohol desde una temprana edad. El alcohol es una sustancia cuyo uso se ha popularizado ya desde hace años como algo que desinhibe y provoca una sensación de euforia y diversión, que permite a las personas socializarse. Está tan instaurado en nuestra sociedad, que no nos hacemos a la idea de acudir a un acto social y no tomar la “cervecita fresquita”, mientras disfrutamos de una agradable conversación con nuestros amigos, viendo el partido de fútbol o las noticias de última hora. No obstante, el inicio o introducción en la vida alcohólica se produce generalmente durante la adolescencia, y no con una cerveza, sino en un botellón organizado en algún parque. Este tipo de conducta alcohólica se inició entre los años 80 y 90, cuando consumir alcohol en la calle salía más barato que en los bares, que además cerraban temprano. Además, para los jóvenes era más fácil adquirirlo en otros locales y tomarlo al aire libre. De este modo, se fue popularizando este tipo de fiestas, aumentando exponencialmente con el paso de los años. Sin embargo, ya se ha venido observando que este tipo de consumo se da principalmente entre los adolescentes y jóvenes universitarios, y que está creando más problemas que beneficios, tanto a nivel personal (por la edad de consumo) como a nivel social. Según el estudio de la FAD (Fundación de Ayuda a la Drogadicción) de 2017, en toda España, casi 500.000 adolescentes de entre 14 y 18 años se han emborrachado al menos una vez al mes, y de hecho más de 37.000 beben alcohol diariamente, y las cifras no paran de crecer. A día de hoy, la media de edad en la que los chicos comienzan a beber alcohol de cualquier graduación (cuanto más colorido y llamativo mejor), se sitúa en torno a los trece años. Si nos centramos en el análisis de estos jóvenes, se puede observar que la mayoría comienza a beber porque sí, porque es lo que toca, lo que todo el mundo hace, y “yo no voy a ser distinto a los demás”. Es decir, la mayoría de los adolescentes comienzan a beber por presión social y el hecho de encajar en un grupo, ser aceptado y no rechazado por sus iguales, aspecto fundamental durante esta etapa del desarrollo. En este caso, y a pesar de la cantidad de información que existe hoy en día sobre el alcoholismo, solo se tienen en cuenta los riesgos más visibles del alcohol (emborracharse, náuseas o vómitos, o coma etílico), con la creencia además de “soy inmune y a mi no me va a pasar nada”. El mantenimiento de estas conductas hace que se normalicen estas fiestas, siendo además especialmente importantes en momentos marcados. Aunque en los últimos años se han comenzado a tomar medidas en cuanto a la prohibición de estos botellones, con mayor control policial y repercusiones legales para los menores, siguen dándose, e incluso permitiéndose, fiestas y macro fiestas organizadas especialmente con el fin único de beber. Nos encontramos ahora en la época en la que más se dan este tipo de fiestas, cuando los adolescentes terminan sus exámenes de fin de curso o selectividad, queriendo celebrar el inicio del verano y las vacaciones. Peligros del Consumo de Alcohol a Temprana Edad Comenzar a beber alcohol desde la edad de los trece años, aproximadamente, supone un riesgo para el desarrollo de los adolescentes, pues cuenta con repercusiones físicas, psíquicas y sociales. Aunque se valora la desinhibición social como algo positivo, el riesgo de una continuidad en el beber acarrea más rechazo social que aceptación. A nivel físico, se debe tener en cuenta que el alcohol es una droga depresora del sistema nervioso, impidiendo el desarrollo del cerebro, tan relevante en esta edad, pues afecta a procesos tales como la atención, la memoria, las funciones ejecutivas básicas, y el razonamiento. Además, aumenta las conductas impulsivas, en las que no se valoran las consecuencias y los riesgos de las acciones. A nivel físico, el daño orgánico que produce no solo se circunscribe a nivel hepático, sino que, debido a las grandes cantidades de alcohol que se ingieren en estas fiestas, que además son cada vez más frecuentes (semanalmente), se están comenzando a ver mayores enfermedades pancreáticas o de riñones, en edades jóvenes (pancreatitis, diabetes…), que disminuyen y empeoran la calidad de vida. Además, a largo plazo estos consumos, sumados al de otros tóxicos, pueden desarrollar una adicción, enfermedad de mayor repercusión mental, familiar y social. Finalmente, a nivel social, el consumo continuado de alcohol genera problemas de aislamiento, problemas legales, ausencia laboral, etc. ¿Qué Medidas Tomar? Según diversos estudios, y teniendo en cuenta la preocupación por los altos niveles de riesgos que conllevan estas fiestas, se considera necesario mejorar la calidad y cantidad de información que se da a los jóvenes en este aspecto. Además, se valora la necesidad de incrementar las medidas de control y disciplinarias ante el consumo en adolescentes, sobre todo menores de edad, así como de mejorar las opciones y accesibilidad a actividades prosociales. Finalmente, es de especial relevancia el papel de las familias en el control de este consumo, con un adecuado y estricto marcaje de límites tanto de manera previa como en caso de que la persona vuelva bebido a casa, pues el ámbito familiar es el primer pilar de prevención ante posibles problemas futuros de adicciones.